Tratas de entenderlo, tratas de darle una explicación lógica, tratas de cambiarlo, tratas de aprender, tratas…
Y resulta que tras ese duro periodo de autocompadecencia rozando incluso el límite de la locura más negativista, un día te despiertas, tumbado en tu cama y te dices con toda la naturalidad y sosiego del mundo, como si descubrieras una gran obviedad y te percataras de tu necedad justo en ese instante:
-Joder, cuánto me he autocompadecido estos meses, ¿no?
Y ya está. No hay más.
Lo sé, no viene a cuento de nada la foto, pero es que la hice yo...¡y me gustó! ¡um! Pero eso sí, con un móvil, no tengo ni cámara de fotos...yeepa!