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jueves, 30 de junio de 2011

Ecolalia

Debería haber escrito esta entrada instantes después de ver la infame película: Los Idiotas. Porque la ira del momento me hubiera permitido escribir una gran entrada. Pero esa ira ahora desvanecida no me ayudará en esta ardua labor. Aún así, me sentía en la obligación y con el deber de escribíos a los pocos que me seguís, compañeros.

Menudo truño. Esto lo viene a decir una fan del señor Lars Von Trier… pero es que MENUDO TRUÑO.

Resulta que la peli va de orgías e idiotas. Al menos eso saqué en claro. Creo.

Vale, las reglas del dogma del 95 son difíciles de poner en práctica pero el puto micrófono de los cojones cada dos por tres tocaba un poco la moral.

Dejando aparte datos técnicos, perdonables por otro lado... Oye, por cierto, necesitaba preguntarlo pero, ¿a vosotros os gusta el helado de café? 

Abogo por su extinción. En serio. El helado de café no es ni café ni helado. Es basurilla.
Pues eso sucede con la película. Ni peli porno ni peli de idiotas es basurilla.
Pero a pesar de lo que se pueda pensar por el hecho de ser mujer, lo que me molestó no fueron las escenas de sexo explícito que por otro lado carecían de total sentido en el argumento de la película. INNECESARIAS. Lo peor fue que un tal Lars tratara de darme lecciones morales.
¿Qué trataba de decirme? ¿Trataba de mostrarme la hipocresía de la sociedad hacia los discapacitados psíquicos? ¿Trataba de hacerme sentir mal por ello? ¿Aboga por la extinción de esta gente? ¡Qué pretendías señor Lars! Menuda novedad: la evidente hipocresía de la sociedad. Pues sí, yo también me incomodo ante ciertas situaciones, y sin embargo yo también me indigno hacia conclusiones un tanto nazis del tema. Soy hipócrita ¿y qué?
Menuda obviedad.

¿o pretendías hablarme de la supervivencia del más fuerte? ¿de la eugenesia tal vez?

Hace un tiempo conocí a un señor con ecolalia. Y creedme, conocer a alguien con ecolalia sin que nadie te advierta de ello puede provocar cierta sorpresa e incomodidad. Sí, y cierto cague por qué no decirlo y admitirlo:
-Hola.
-Hola.
-Perdona ¿me has dicho “hola”?
-Sí.
-Pues entonces, hola.
-(Sonrisa) Muy bien.
-¿Cómo?
-Que hola.
-Ha dicho hola, hola perdona ¿me has dicho “hola”? si. Pues entonces hola, muy bien, ¿cómo? Que hola. Ha dicho hola, hola perdona ¿me has dicho “hola”? si. Pues entonces hola, muy bien, ¿cómo? Que hola. (Leer cada vez más rápido e imitando una voz femenina). Ha dicho hola, hola perdona ¿me has dicho “hola”? si. Pues entonces hola, muy bien, ¿cómo? Que hola. Ha dicho hola, hola perdona ¿me has dicho “hola”? si. Pues entonces hola, muy bien, ¿cómo? Que hola…

El hombre logró dar fin a su bucle cuando salí del laboratorio. Él se percató de todo. Pero apaciguó la situación.
En efecto, me incomodó. Soy débil. Lo sé. 

Días después me hice con un libro y me obsesioné con la psicología de este tipo de patologías. Fingiendo o autoconvenciéndome de que conociendo todas las posibles situaciones con las que me pudiera encontrar en un futuro podría actuar en consecuencia. Pero no. El hombre continúa incomodándome. Lo admito.

No sé muy bien de qué va esto pero he escrito demasiado. Así que no creo que nadie lea esta imbecilidad.

El desenlace de la película no me emocionó ni lo más mínimo, por cierto. El post este tampoco.