|
Fuente imagen, aquí. |
Determinadas etapas de la vida son algo así, como que te encuentras con un montón de balas (supongamos que de fogueo) y por eso mismo te dedicas a pegar tiros a diestro y siniestro, a ningún lugar en concreto, la diana no está demasiado clara, no hay motivación ni concentración, por ahí, por allá. Todo por eso: porque crees que nunca tienen fin. Pero cuando menos te lo esperas, te percatas de que sólo te queda una bala. Entonces, es cuando, tras comprobar en todos tus bolsillos que efectivamente es así, pones todo tu empeño , concentración y discernimiento. Vamos, que teniendo en cuenta el retroceso y la desviación, guiñas el ojo con cierto aspecto de imbécil, sacas la lengua con aspecto de "pocas luces" y lo intentas. A veces el propio miedo te impide llevar a cabo un buen disparo, otras en cambio te sirve de motivación. Ya está, pero ese último disparo, sea certero o no lo sea, es clarividente a la par que confortante. Joder, porque en la vida no puedes estar haciendo sólo una cosa. También tienes que cagar, comer, reproducirte si puedes y quieres y algunas cosas más hasta que un día vas y mueres.