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domingo, 23 de marzo de 2014

Padawan de pacotilla

En un primer intento niegas lo que es, luego te percatas y vacilas. Hay miedo y estrés. No sabes cómo reaccionar, lo primero que se te ocurre es llamar a alguien. Ese alguien niega la realidad pero tú sabes lo que sucede. Está clínicamente demostrado, joder. Pero tampoco quieres convencer a esa persona en que desista del hilo de esperanza que le mantiene sereno, aunque en vilo como en una cuerda de funambulísmo. No. No puedes hacerlo. Y no sabes si esa postura es incluso peor que golpearle con la realidad para que despierte. No. No lo sabes. Simplemente no sabes nada.

Percibes lo insignificante que eres, porque simplemente no sabes nada y no puedes hacer nada por ninguno de los sujetos de tu alrededor. Por unos porque no puedes obligarles a que cesen en su actitud o en cómo se sienten, pese a que parezca sencillo al ojo del ignorante. A otros porque no puedes ejercer ningún tipo de control sobre sus reacciones y preocupaciones. No puedes hacer nada. De hecho, será todo un éxito si consigues mantener la calma, respirar o contar hasta diez y mirar hacia delante. Porque recuerda esto: Tú, no sabes nada y no hay peor cosa que acabar llevando razón en algo en lo que ni siquiera se quiere tener razón. Sientes los pies fríos y te vas a dormir.

Insignificante cuando ahora descubres que tu felicidad no depende sólo de ti, sino de la de los demás. Hasta ahora habías enfocado tus esfuerzos hacia el propio ego del YO y  creías que con un plato sobre una mesa y un techo sobre el que cobijarse eran suficientes para lograrlo, pero ahora descubres que dependes de los demás, descubres tu insignificancia. Ahora sabes que no eres, ni podrás ser nunca jamás un Jedi. Por mucho que entrenes tus poderes telequinéticos de Padawan de pacotilla. No hay manera. No.