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miércoles, 8 de abril de 2015

Hans no me deja descansar



Por aquí siempre rondan los mismos señores de traje y corbata. Él se presenta de igual guisa ante ella, sin añadir nada, en el taburete de la derecha. El refugio de la penumbra del bar tras un duro día de trabajo de 12 horas.

Los americanos están dando tanto la vara últimamente que sólo queda ese sosiego propio del haberlo dado todo. Esa paz interior tras el agotamiento perpetuo; ese dejarte llevar en el que sin articular palabra lo dices todo. Demasiadas reuniones, cientos de mails.

Suspira y se sienta en el taburete con los codos sobre la barra, mirando hacia sus manos que se entrelazan con algún tipo de objeto que en cierto modo le evade. 

Mientras tanto, a su lado, ella se conforma con mirar hacia el frente y continuar con su copa. Él hace lo mismo cuando llega la camarera con la suya. Sabe que está sólo pero no lo está. Simplemente no hay nada que añadir.

Vemos simplemente dos personas de espaldas en sus respectivos taburetes al fondo de la sala. Aproximémonos y captemos un primer plano del perfil izquierdo de la chica con el chico a su derecha y el resto de señores con corbata como elemento de fondo.

La música continúa, esta vez con un volumen más elevado. Es esta vez cuando ella tuerce la cabeza hacia la derecha, él le mira. Ella quiere despegar la mirada de él pero no puede. Hay una fuerza sobrenatural que se lo impide. No sabría explicar qué es. Él tampoco hace nada por apartar sus ojos de ella.

En su interior ambos padecen exactamente el mismo mal. Quieren continuar pero no pueden. ¡No os lo permiten! Él se limita a observar, con compungidos destellos en su mirada. Podemos casi sentir el padecer de su corazón. Aprieta los labios y al son de la canción; de la penumbra azulada repleta de sombras, niega lentamente con la cabeza.

Todo sucede como a cámara lenta. Ella coge su copa y efectivamente, sin despegar sus pupilas de él, asienta con la cabeza reposadamente, "ya lo sabía".

Continuaron con sus copas unos minutos más. Ella se retira en silencio. Posiblemente él también instantes después.

Fuera está nublado y ya ha oscurecido. Se escuchan tacones: ella camina cabizbaja con la gabardina agitando sus solapas al son del viento.

Hasta mañana un día más. Todo termina aquí. Quizás en otra vida.