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lunes, 11 de julio de 2011

Miedo y asco en la cola de un Lidl

Advertencia, este post ha sido escrito en venganza a la crisis de los pepinos españoles. Advertido pues, continúe usted leyendo.
La vida no es aburrida. La vida puede ser todo lo amena que tú quieras. Si en alguna ocasión te apetece una aventura, llámame y vamos a un Lidl.


Porque en un Lidl vivirás experiencias varias propias de un supermercado de bajo coste en general. Encontrarás el etiquetado en todos los idiomas por haber, pero el español/castellano brillará por su ausencia o al menos costará encontrarlo porque está ahí, ¡en la esquinita!

de una web. Si existe algún interés en ello,
pinche sobre la imagen, lo recomiendo)
Aquí, sólo aquí, se te puede colar un toxicómano con la lata de cerveza y el jamón camuflado bajo el chándal fluorescente, o el alcohólico te demandará permiso para pasar delante tuya porque tan sólo lleva el cartón de vino. ¡Muy caballeroso, señor de A.A.!

Tampoco faltará el que habla raro, algo así como ruso, que se te pondrá a escasos centímetros de tu nuca, o ¡por supuesto!, el que deja el pan en la cinta mientras hace el resto de la compra que es básicamente todo lo que necesitará para la semana a excepción del pan, claro.

A veces incluso no faltará el típico niño delincuente de poca monta, o peor aún: el padre.

Pero lo que sólo en especiales ocasiones sucederá, será ver como la madre adolescente que tienes justo delante coge la compra, se despide y deja el carro, con niño incluido, ante tus ojos, justo ahí. Un niño que, con ojos grandes y no sin cierto asombro por lo boquiabierto que queda, mira hacia arriba y a su alrededor como extrañado. Y tú, sin saber muy bien qué decir, ni cómo, ni yo qué sé qué, nervioso, te quejarás ¡de que no puedes poner la compra sobre la cinta! y dirás, "lo siento chico, yo le tengo miedo al compromiso, aún no estoy preparado para tener hijos.
Pero afortunadamente, en ocasiones la madre, tras ver a un niño cuya cara “le suena” tras el cristal, volverá. Cómo no, gritando. Pero volverá.

JODER, MIERDA. ¡Qué queréis por el precio al que te ofrecen sus productos! Yo voy siempre que me es posible. Bueno desde la crisis de los pepino no.


Ahora una escena de película romántica: Enamoramiento en la puerta de un Lidl.