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domingo, 23 de marzo de 2014

Invierno de Vivaldi



Hola, soy la voz en off. Tengo una voz sosegada y grave, posiblemente barba también. Soy el que te dice que consulte a su farmacéutico si tiene alguna duda.

Ahora todo va a cámara lenta y destruyéndose a su paso. El instrumento de cuerda le quita dramatismo a la escena pero no impide que sienta cierta aflicción. Una noche clara de luna llena. Nos encontramos en una carretera secundaria con árboles a ambos lados.

Un coche pasa en nuestro instante a través de nuestro campo visual. Es verde chicle y de silueta cuadrada. Debe ser un modelo de los ochenta. Un poco destartalado. La luna al fondo a la derecha, tras unas nubes azuladas. El coche destartalado es manejado por un conductor agresivo. A veces se desvía de la planicie y avanza sobre la cuneta. Una gran humareda de polvo y barro se levanta a su paso.

¿Qué se oye?, parece que su compañero hace acto de  presencia vociferando y empuñando un arma del calibre.45 A.C.P./Automático. Sus ojos enfocan, sus manos temblorosas apuntan, lo intenta pero es en ese instante cuando, sorprendentemente, todo queda reducido a mera chatarra detonada. 

¿De dónde proceden nuestros pasajeros? ¿que clase de aventura acabarían de vivir? ¿mereció la pena? Eso no lo sabremos. Yo, narrador omnisciente, el que todo lo sabe, simplemente no logro averiguar nada pese a que lo intente. ¿Serían mafiosos italianos?, ¿puede que víctimas huyendo de su verdugo?, ¿serían verdugos?, ¿lo que llaman un juego de niños?, ¿un cazador?, ¿un americano loco? Quizás no. No lo sé.

La explosión se extiende y la metralla se expande lentamente de aquí para allá. No juegues más. Es hermoso a su modo. ¡Qué no puede hacer un instrumento de cuerda!