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miércoles, 21 de mayo de 2014

En pijamas de ositos

Bienvenidos, pero no os acomodéis mucho. Estáis de paso. Nada más. Observad. Observad la esencia de la escena. Es la una de la madrugada de un martes. Os levantáis en pijamas a tomar la tila que os ayude a pegar ojo porque esa noche no podéis dormir. 

Sois el narrador omnisciente de esta historia. Él enciende un cigarro Gauloiseslala. En la oscuridad. No necesita ninguna bombilla. La tele está encendida, el volumen a cero. Fijaos en el juego de sombras que crea la imagen el televisor. Ahora de repente viene un corte publicitario. Se hizo la oscuridad. Se observa tan sólo un punto rojizo: es él que da una calada al cigarrillo. Ahora proceden los anuncios publicitarios.

Pronto observarás que enciende un cigarro. Uno tras otro. Pronto descubrirás que esto ocurre cada noche. Sin excepción. Observarás que por la mañana, la papelera de la cocina está repleta de colillas de cigarrillos Gauloiseslala. Él seguirá en el sofá. Esta vez duerme. Este señor, de alma ahora aletargada,  ha perdido la vitalidad, ya no bucea en La Martinica, vive esperando el final, recordando lo que fue y lo que no es.

Tras frotarte los ojos, porque recuerda que te habías levantado a por la tila, irás a dormir. Tú continuarás con el trabajo, con tus alegrías, con tus penas, eso que, bueno o malo, te hace sentir vivo, pues posees el sentir de la fe. Das gracias por ello; tanto por lo bueno como por lo malo. Porque pese a esa oscuridad, tú irás a la cama, tu vitalidad quedará intacta, tú esperarás un mañana diferente. No estás muerto por dentro. También bucearás.

En zapatillas de andar por casa, te percatarás de que ella, que duerme en el dormitorio de la puerta cerrada, ve a otro hombre. Más joven, sin pérdidas de orina, alguien que aún no haya perdido la esperanza en la vida; un auténtico GILIPOLLAS pretencioso que fuma Gauloiseslala también. 

París de fondo. Nada más. En esta ocasión no es la ciudad de las luces, ni la del amor, ni de los clichés. Es un lugar de coordenadas (x,y,z), corrosivo, ordinario, puntual. Nada más. Sin connotaciones positivas... y perdonad por el hallazgo, pero ante mis ojos legañosos, mi pelo alborotado; y mi pijamas de ositos y corazoncitos, tengo la prueba de que al final, la edad, sí que importa señores.

-Dedicado a una pareja parisina que conocí-.