.

.

viernes, 16 de mayo de 2014

En un instante que no podía ser

-Precisamente lo confiesas ahora. En este instante. Si te lo digo, es para que me olvides. Porque no quiero que sepas más de mí. Él padece esquizofrenia y no lo quiere admitir, menos aún medicarse. Dice que mi nuevo trabajo es una conspiración de los Masones, porque quieren alejarme de él. Sí, ríete. Es gracioso. ¡Por favor!, ríete maldita sea. ¡Ríete! -Dice ella  con voz temblorosa, alzando un tanto el tono y con cierto brillo en sus ojos en forma de incipientes lágrimas- Ríete, por favor. Lo necesito -repite ahora con un tono más reposado y mirando al suelo-.

Fuente
-Según él, lo hacen con el objetivo de separarme de él; pero no se da cuenta que aquello que me aleja es él mismo, cuando le dejo mensajes de los que nunca hallo respuesta, o a través de llamadas sin interlocutor. Especialmente cuando me dice que yo ya no le quiero. No puedo negárselo, porque ya no sé si es verdad o no. Pero le quise. Fervientemente.

Ayer me mostró un periódico gratuito en el metro. Me dijo que si seguía las pautas adecuadas podría desencriptar un mensaje con las instrucciones de cómo y en qué momento poder atacarle. Me comentó incluso que si no podía oír esas voces que le gritaban. Después incluso me insinuó que yo conspiraba contra él también. Al parecer yo también quería volverle loco.

Otro día espetó que no quería seguir viviendo, luego me comentó que contar páginas le relajaba. Era lo único que hacía durante el día... y durante la noche. Un día le llevé 24 folletos de inmobiliarias, 31 del Eroski y otros tantos del Mercadona con la esperanza de que siguiera contando páginas y olvidara así, esa idea de no seguir viviendo. Ningún periódico gratuito. Como si unos folletos pudieran alargar esta situación infinitamente. Como la partida de marcianitos, todos pixelados, cada cada vez más cerca y sabes que el fin de la partida está cerca. Pues así me ahogo yo.

Creo que terminaré odiándolo. Quizás no. De hecho, no. En ocasiones le he odiado y he rozado dicho estado. Lo cual es incluso normal en cualquier relación que ha sido tan próxima y vehemente. No. Es aún peor. Creo que acabaré por sentir indiferencia. Indiferencia ante sus historias, ante sus quejidos, sus lamentos, ante  sus alegrías... Ante todo.

...Y ahora me vienes con esas. Ahora. Qué hago, ¿le abandono?, ¿le dejo solo?, ¡Maldito cerdo egoísta!, ¡maldita yo por siquiera dudarlo!, ¡Así que ahora, aléjate tú también!.