

Aprovecha una breve pausa para arreglarse recatadamente el vestido de lunares. Un momento, ¡shhh!, silencio, que continúa.
-Lo difícil es creerlo. Incluso el no creerlo lo hace más cautivador. Dominas incluso las pausas, el saber esperar un breve instante; lo justo; lo exacto. Controlas las distancias con la precisión de un sensor láser. Eres capaz de reunir todos los peores clichés y que a pesar de lo evidente, cayera rendida a tus pies. Maldita sea, ¡¿cómo lo conseguiste?!
Definitivamente le has convertido en una ilusa y le has hecho incluso vacilar.
-Lo difícil es creerlo. Incluso el no creerlo lo hace más cautivador. Dominas incluso las pausas, el saber esperar un breve instante; lo justo; lo exacto. Controlas las distancias con la precisión de un sensor láser. Eres capaz de reunir todos los peores clichés y que a pesar de lo evidente, cayera rendida a tus pies. Maldita sea, ¡¿cómo lo conseguiste?!
Definitivamente le has convertido en una ilusa y le has hecho incluso vacilar.
No lo olvidaste. Mantuviste la calma. Justo antes de despedíos, ella preguntó tu nombre. Justo cuando, muy oportuno, el metro llegó a su parada. Tú, manteniendo la calma, respondiste con un escueto y sosegado "no te lo voy a decir". Sabías que el metro no esperaría y que ella se alejaría instantes después. No fue necesario insistir, pues con firmeza sabías que al final, ella te buscaría y te encontraría una parada más allá, en el metro de después.
Pero continúa sin saber tu nombre.
Pero continúa sin saber tu nombre.