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jueves, 20 de febrero de 2014

La longitud de una circunferencia no es infinita

Dos por pi por el radio. Ya está. Es así, un día lo ves todo como un vídeo que pasas para que todo vaya a cámara rápida. Todo va a demasiada velocidad y sólo diferencias una mezcla de colores pero ninguna forma. Sobre todo colores que, aunque no encuentro causa razonable, abarcan longitudes de onda entre los 400 y los 500 nm: purpuras y azules básicamente. No sabes lo que sucede pero sabes que algo no está en orden. No puedes detenerlo y en su lugar, decides seguirlo. Pero resulta que al intentar seguirlo consigues el efecto contrario: consigues que la cosa vaya a peor y por consecuente que todo vaya más rápido. Aún más de lo que en un principio iba. Es como si al correr tras él o ella... o ello, activaras con tus pies un mecanismo de ruedas dentadas que aceleran su movimiento. Te sientes como un hámster en su jaula. Atrapado. La aceleración ya no es constante. El rango de colores se estrecha aún más. Así sucede. Te acojonas, tratas de seguirlo inútilmente pero un día, si no te has vuelto loco, te detienes en seco. No significa que te hayas rendido. Todo lo contrario. Si consigues vencer la inercia estás de enhorabuena. Respiras. Respiras muy hondo, tanto que consigues detener la aceleración. Entonces todo vuelve a ir a la velocidad a la que estabas acostumbrado. Todo vuelve a estar en fase.
Eso está bien porque significa que acabas de pasar una mala etapa. Todo está bien porque estás orgulloso de haber sobrellevado esa fase, y estar ahí. Todo está recolocado. Al menos hasta la próxima.