Realmente no conozco muy bien el cine sueco. Me atrevería a afirmar que ésta es mi primera película de producción sueca, si mal no recuerdo.
Efectivamente, me encanta generalizar así que diré que tras ver alguna película que otra de distintos directores nórdicos, he sacado la siguiente conclusión: los nórdicos son gente de pocas palabras, ¿no?
Efectivamente, me encanta generalizar así que diré que tras ver alguna película que otra de distintos directores nórdicos, he sacado la siguiente conclusión: los nórdicos son gente de pocas palabras, ¿no?
Aunque en cierto modo les doy la razón: cuando no hay nada que decir, no hay nada que decir.
La película carece tanto de argumento central como de protagonistas, así que me centraré en un diálogo a destacar:
El personaje llega tarde al ascensor, así que sube las escaleras en silencio. Entra, se pone la bata, palpa los historiales clínicos. Demasiados. "Oh Dios" se dice entre dientes. Parece tomarse el pulso, y comienza el monólogo con una monótona entonación:
Ficha técnica. |
"Soy psiquiatra. Lo he sido durante 27 años. Ya estoy algo cansado. Año tras año escuchando a los pacientes que no están satisfechos con sus vidas, que quieren divertirse, que quieren que les ayude con eso. Eso aburre. Así es. Mi vida no es exactamente muy divertida. La gente exige mucho. Esa es la conclusión a la que he llegado después de tantos años. Exigen ser felices al mismo tiempo que son egocéntricos, egoístas y nada generosos. Bueno, quisiera ser honesto. Quisiera decir que son un tanto simples. Muchos de ellos. Pasando hora tras hora en terapia tratando hacer de una persona mala, feliz. Es un sinsentido. No se puede hacer. Dejé de hacerlo. Hoy en día, ya sólo prescribo pastillas. Mientras más fuertes, mejor. Es como es".