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domingo, 22 de abril de 2012

¡Danzad bellacos, danzad!


El reloj del jefe hace tic tac. Una y otra vez y cuando parece que le venzo el muy cabrón se para, pero no acepta la derrota y el jefe va y le da cuerda. Ahora es el router el que emana la intensa luz azulada intermitentemente, puntualmente sin vencerse por el Efecto Joules, así que pienso en lo que sucedería si vierto agua sobre él: posiblemente el típico compañero de piso informático me arrojaría por el balcón. Entonces otro de los personajes del relato, va y me pone los auriculares para que escuche música relajante, en la que parece emanar un incesante, un constante fluido por algún lugar. Es entonces cuando exaltada, nerviosa digo "¡cuándo va a terminar de gotear el agua, cuándo comienza lo bueno, esto tiene que tener un fin!, ¡que alguien cierre el grifo!" y mi nerviosismo paradójicamente alcanza cotas opuestas a lo en un principio esperado.
No te escucho insulso reloj, no te veo anodina luz, ¡Pero cierra el grifo ya!

No intentéis cambiarme, por el simple hecho de no ser, soy dichosa.

Chelvoski, imagen de "Uno de los nuestros" de M. Scorsese (1990).